domingo, 15 de junio de 2008

Combustibles fósiles

Todo empezó cuando James Watt reinventó una máquina de vapor diseñada por un tal Newcomen, alimentada con carbon. Pero después de un siglo de quemar los residuos del carbonífero, un nuevo combustible iba a cambiar, otra vez, el panorama energético de nuestro planeta. Porque en 1859, un coronel de nombre Drake perforó en Pennsylvania el primer pozo petrolífero. Si el carbón había impulsado la revolución industrial en el siglo XIX, el petróleo iba a tomar el relevo para hacer del siglo XX el siglo de los cambios globales.

Y ¿de dónde procede toda esa energía? Del sol, naturalmente. Del sol que brilló durante los 60 Millones de años del periodo carbonífero, hace 300 millones de años, en el caso del carbón, y del sol que brilló hace 10-200 Millones de años en el caso del petróleo y el gas natural. Plantas gigantes en el primer caso y microorganismos marinos en el segundo tuvieron a bien fijar el CO2 de aquellos aires en sus biológicos tejidos gracias a un sol prácticamente inmutado desde entonces. De forma que nuestra estirpe de revolucionarios industriales y post-industriales está convirtiendo en humo su capital de combustibles fósiles. Capital, que no renta, dada la dimensión geológica de sus plazos. Se trata de un verdadero capital, de un recurso valioso, con el que se podrían fabricar innumerables productos químicos y farmacéuticos, polímeros y plásticos, pavimentos o pistas de tenis – y ésta es sólo una lista de ejemplos que empiezan por la p – Quemar combustibles fósiles es como quemar los muebles de nuestra casa. Y los de la de nuestros hijos.

Se empieza a hablar del hidrógeno como panacea, pero, a diferencia del oxígeno, el hidrógeno no crece en los árboles y necesitamos fuentes primarias de energía para producirlo. Hay quienes apuestan por volver a potenciar la energía nuclear de fisión como alternativa al petróleo. Al fin y al cabo se alimentaría de uranio y no produciría gases de efecto invernadero. Pero apostar por una alternativa que genera residuos radiactivos que tardan cientos o miles de años en perder parte de su actividad parece demencial. Cambiando el petróleo por nucleares podríamos pasar a la historia como la generación que, después de haber dilapidado su herencia milenaria de fósiles combustibles hipotecó el futuro de sus descendientes con basura radiactiva. Finalmente, la energía de fusión guarda muchas promesas, pero en un horizonte lejano.

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